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La casa del río.

El pueblo entero se encontraba de luto, Doña Aurora había fallecido.
Ella era la propietaria de la casa del río, llamada así debido a que se encontraba a pocos metros del río.
Aquella casa tenía la misma edad de su dueña, había sido construida para que naciera en ella.
El padre de Aurora la había construido ciento dos años atrás y esa era la edad de su dueña.
Jamás se había alejado de ella, luego de que ya nadie de sus seres queridos estaba en esta tierra seguía allí.
Eso de vivir tantos años, a pesar de ser tan fuerte como un roble, tiene sus desventajas, el ver morir hasta a sus hijos era terrible.
Doña Aurora como la llamaba cariñosamente toda la gente de aquel pequeño pueblo la quería, nadie recordaba su nacimiento porque no había otro ser mayor que ella, pero otras generaciones sabían su historia que fue pasando de familia en familia.
En la actualidad sólo le quedaba un nieto que venía muy de vez en cuando a visitarla y no porque no la quisiera, todo lo contrario, pero vivía muy lejos, en otra ciudad y entre el trabajo, su esposa y sus hijos, casi no le quedaba tiempo de viajar.
Freddy, el nieto, muchas veces le pidió que vendiera la casa y se mudara con ellos, pero Aurora no podía dejarla, era parte de ella.
La gente del pueblo se ocupaba de visitarla y hacer algunos trabajos que debido a su edad le era imposible, así que nunca se encontraba sola, además las otras casas estaban alrededor y siempre que necesitaba algo tenía a alguien muy cerca. El celular, siempre a mano y aunque parezca extraño lo había aprendido a usar perfectamente con ayuda de sus lentes.
Aquella noche algo raro sucedía en la casa de Aurora, un vecino que se había levantado de madrugada vio luz en ella y le pareció extraño, aún no había amanecido y una extraña luz emanaba de la casa.
Este vecino despertó a su mujer para ir hasta la casa, pero al salir se encontró con el perro de Doña Aurora que lloraba y temblaba en su puerta.
Todo aquello era muy extraño y Antonio, el vecino decidió despertar a otros vecinos, presentía que algo raro estaba pasando.
En pocos minutos estaban todos en la puerta de la casa de Aurora, pero aquella luz no provenía de ella, todo estaba apagado, aunque de lejos se viera todo lo contrario, una luz iluminaba toda la casa, pero no era precisamente luz de lamparitas, desde el techo hasta los cimientos la casa parecía envuelta en luz.
Nadie se animaba a entrar, aunque algunos tenían llave por si algo le ocurría a la anciana hasta que Antonio abrió la puerta y se encontró con algo que no esperaba.
Doña Aurora yacía en su cama sonriendo y con los ojos muy abiertos y todos se sintieron aliviados, la anciana estaba bien, todo no había sido más que un susto, aunque aún no se explicaban aquella luz que rodeaba la casa.
Tampoco se explicaban la actitud del perro que por nada del mundo quiso entrar y menos aún estar al lado de su dueña siendo que todos sabían lo compañero que era con ella.
Pero, Antonio no estaba muy convencido de lo que veía y tomando a la anciana de la mano, para no asustarla, trató de despertarla, aunque la viera con sus ojos abiertos, la creía dormida.
Al instante se dio cuenta de lo que sucedía, Aurora había fallecido.
En el entierro su nieto y su familia tomaron la decisión de quedarse a vivir en la antigua, pero muy conservada casa y así lo comunicaron a los amigos que allí se encontraban y todos estuvieron de acuerdo que aquella era la mejor decisión que podían tomar, era el único heredero y todo lo de su abuela le pertenecía.
Algunos meses después nada era igual, a pesar de todo el esfuerzo que hacían para mantener la casa, ésta se había ido deteriorando tan rápidamente que tuvieron que marcharse, nadie entendía qué estaba pasando, de repente, toda la casa se había convertido en ruinas, jamás se volvió a ver aquella luz extraña y cuando el derrumbe de la misma llegó, nadie lo dudó Doña Aurora se había llevado consigo a la que fue su propia vida, la casa donde nació y que sin ella misma saberlo, era parte de ella.

Omenia
18/12/2023



Texto agregado el 18-12-2023, y leído por 88 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
25-12-2023 Tremendo final. FELICIDADES!!! TETE
24-12-2023 Bueno, las casas se acostumbran también a nosotros, así como nosotros nos acostumbramos a ellas. Pareciera que el alma de la finada y la construcción aquella formaron un solo elemento que se fue difuminando, descascarando y transformándose en restos de viga y huesos, deshaciéndose por la nostalgia. Un gran abrazo, amiga. guidos
19-12-2023 —Tema bastante tratado en la literatura. Tu cuento, aunque con distintos matices y sucesos, me trae recuerdos de la novela "El retrato de Dorian Gray" escrito por Oscar Wilde. —Saludos. vicenterreramarquez
19-12-2023 Me encantó, maravilloso Vientosusurrante
19-12-2023 ome, como siempre tu cuento llama la atención y llevan todo lo tuyo, me gustó, me encantó. Y te dejo miles de estrellas. yosoyasi
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