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El amor de una madre.

A media noche llegaba una mujer con su marido al hospital, estaba a punto de dar a luz y el parto era inminente. Rápidamente fue llevada a la sala donde la estaban esperando el ginecólogo y el pediatra, la mujer ya tenía otros cuatro hijos y no estaba asustada, como decía ella, el niño o niña sabía el camino y cuando fuera la hora, nacería.
Así fue que a la hora había nacido un hermoso bebé cuyos ojos grises eran tan brillantes que todos se enamoraron de inmediato de tan linda criatura. Trasladada la madre a la salita donde descansaría unos días, la mujer se durmió y fue en ese momento que dos enfermeras que venían a traerle el bebé al verla comenzaron a charlar entre ellas pensando que no eran escuchadas. Una de ellas miraba con lástima y ternura a la vez a la mujer y al niño mientras que la otra comentaba que era una pena que pronto ya no lo tendría.
La madre al oír eso se despertó pensando que había soñado, pero el rostro de la enfermera que le entregaba al niño, decía otra cosa.
––¿Qué está sucediendo?, gritó la mujer al momento que su esposo entraba a la sala.
––Tenemos que hablar, le dijo a la madre del niño.
––¿Qué está pasando? Nadie me dice nada y escuché…
En eso entra el médico con el pediatra y piden a las enfermeras que se lleven al niño.
Lo peor estaba por venir, le pidieron a la mujer que tuviera calma ya que sabían que tenía cuatro hijos pequeños y que ellos no debían sufrir.
Pronto la mujer se dio cuenta de que el problema era su pequeño hijo recién nacido.
Su esposo, un hombre de campo, trabajador, pero sin mucha educación le dijo que iban a tener que dejar al niño, que era imposible llevárselo a la casa debido a una enfermedad que probablemente se lo llevaría ese mismo día.
La mujer casi enloquece, pero nada podía hacer, aquel angelito debía volver al cielo, no era su tiempo de estar en la tierra.
El médico recetó un calmante a la madre del bebé y luego de algunas explicaciones dejó al matrimonio con el pediatra.
Luego de algunos minutos también éste se retiró y el padre y la madre de Horacio, que así le habían puesto de nombre al bebé, quedaron solos.
La madre no quería entrar en razón e insistía en ver a su bebé, pero el padre con una mirada que sólo ella entendía no se lo permitió.
Al día siguiente la mujer fue dada de alta sin poder volver a ver a su hijito.
Dos días después recibieron la noticia del fallecimiento del bebé.
De más está decir que el sufrimiento de aquella madre no tenía fin, pero al pasar el tiempo y pensando en sus otros hijos, tuvo que aceptarlo. Por lo menos era lo que pretendía hacerles creer, aunque por dentro jamás lo aceptaría, pensaría en su bebé cada segundo de su vida.
Nada fue igual en aquella casa, el hombre se comportaba cada vez peor, la bebida se apoderó de él y hasta maltrataba a los niños.
El destino parecía estar jugándoles una mala pasada.
Los meses pasaron y cierto día, Manuela, la madre de Horacio sufrió una caída en la escalera y tuvieron que llevarla al hospital y mientras estaba allí volvió a recordar a su hermoso bebé tal cual lo viera al nacer preguntándose el motivo por el cual ni siquiera pudo enterrarlo ya que en el hospital le dijeron que ellos se encargarían de todo.
Manuela no era como su marido, ella había estudiado y llegó a ser maestra, aunque debido a sus cuatro hijos no tenía tiempo para ejercer y según Raúl su esposo, la mujer debía cuidar de la casa y de los hijos.
Pero no era tonta y luego que la atendieron pidió para ir al baño que estaba en el piso de arriba, una de sus hijas, la mayor de doce años subió con ella mientras que su esposo llenaba los papeles en la administración.
Al llegar al piso siguiente fue directamente hacia la enfermería y justamente se encontraban allí las dos enfermeras que se habían llevado a Horacio… lo que sucedió en ese instante no es fácil describirlo, las mujeres no sabían qué hacer, no se atrevían a mirar a Manuela y con pretextos ridículos se retiraron.
Ahora sí, Manuela estaba segura, su pequeñito no había muerto, esas mujeres y quién sabe quién más se los habían robado.
De inmediato volvió a su casa y se encerró con su esposo que por pura casualidad no estaba borracho y trató de explicarle lo que sentía respecto al hospital y como si Dios estuviera presente, Raúl abrió los ojos y escuchó todo lo que su mujer le decía.
Manuela sabía que sin pruebas no podría hacer nada y entre ella y su esposo hicieron guardia a la hora de salida del personal, tanto médico como de enfermería. Tampoco estaban solos, Raúl era un hombre muy conocido y aunque luego de la pérdida de su hijo había cambiado mucho, su familia que constaba de varios hermanos, al enterarse de lo que creían que estaba pasando, los ayudaron.
El seguimiento fue constante, cada uno de ellos seguía a una enfermera o a la otra y lo mismo tanto al médico ginecólogo como al médico pediatra hasta que Manuela llegó a la casa del pediatra más que nada por instinto, un hombre joven cuya esposa había dado a luz supuestamente el día que nació Horacio y allí estaba, su pedacito de cielo en manos de una mujer extraña que ni siquiera se le parecía. Manuela llamó a la policía ya que los tenía al tanto y en pocos minutos toda la casa estaba rodeada no solo por la policía, sino que sus cuñados y vecinos que los apoyaban no permitían salir a nadie de la casa.
Al fin la perseverancia de Manuela convirtió en dicha algo que pudo ser la tragedia que les habían hecho creer.
Ya con su bebé en brazos la madre vuelve a su casa a presentarles a los hermanos al nuevo integrante de la familia. La policía no salía de su asombro, aquella mujer había descubierto lo que ellos jamás habían sospechado.
El pediatra no podía ser padre y tuvo la idea de robar al bebé y llevárselo a su esposa que lo hubiera cuidado y querido como propio, pero sin saber que la verdadera madre vivía.
Todos estaban de acuerdo, enfermeras y médico incluido ya que pensaban que a un matrimonio con cuatro hijos no les haría falta otro y que el niño iba a ser mejor educado con ellos.
La policía no podía creer todo aquello, pero a la vez pensaba que idiotas los hay en todas las esferas sociales y que nadie tuvo en cuenta algo que es tan sencillo… el amor de una madre.
Omenia
8/1/2024



Texto agregado el 09-01-2024, y leído por 126 visitantes. (8 votos)


Lectores Opinan
27-01-2024 Excelente, se hizo justicia, aunque muchas veces sucede así y la justicia tarde muchos años en hacerse realidad Vientosusurrante
12-01-2024 Triste por el pediatra y su esposa al no poder tener un hijo. Algo de egoísmo en la persona que se encuentra impedida, ésta debe asumir su limitación y dejar en libertad para que la otra persona se realice como padre o madre. Se ahorarian muchos sufrimientos. Triste por la complicidad de quienes están para servir sin discriminación. Un abrazo Azariel
10-01-2024 No es nada sencillo Om. Es una fuerza abasalladora, tu texto lo confirma. Cinco aullidos buscando Steve
10-01-2024 —Todos los comentarios que me anteceden tienen algo de lo que yo podría opinar, es por ello que para no redundar me adhiero a todos y cada uno. —Saludos. vicenterreramarquez
10-01-2024 Una gran historia ome, con un final feliz. Me encantó leerte. Una madre siempre presiente. yosoyasi
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