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Relato de una larga vida.

Lo primero que voy a decirles es que lo que a continuación leerán, no es ficticio, se los puedo asegurar ya que la protagonista soy yo.
No voy a decirles mi edad, no me creerían, pero les diré que tengo más años que los que tienen muchos de ustedes juntos.
Les dije que no me creerían, pero déjenme continuar con mi relato en esta carta.
Cuando nací, mi madre era una princesa que vivía en un país muy lejano, era una mujer muy sabia y a pesar del tiempo transcurrido, aún veo su rostro pidiéndome perdón.
Por aquél tiempo, siendo muy pequeña, no lo podía entender, pero luego al ir pasando y pasando los años, al fin lo supe.
Mi madre me crio sola ya que mi padre vivía en lucha continua con tribus de otras partes que sólo querían apoderarse de lo nuestro.
Todo lo que aprendí, me lo enseñó ella y por eso le estaré siempre agradecida.
Los años pasaban y a pesar de haber cumplido los veinte años, mi semblante era el de una niña, muy bonita, por cierto, pero a medida que los años seguían pasando y mientras los otros envejecían, yo seguía siendo joven.
Esto no me llamaba la atención, pero un día me enamoré de un joven de la aldea y él de mí y esto hizo que mi madre me contara algo que, en ese momento, no le di importancia debido a que creía que mi madre exageraba lo que me estaba diciendo.
Cierto día siendo ella muy viejita y cuando mi padre hacía años que había fallecido, me hizo sentarme en su cama y ante mi asombro, me pidió perdón.
No entendía nada de lo que me estaba diciendo y así se lo dije a lo que ella me contestó que pronto sería su fin y que debía aprontarme para afrontar algo que, si bien en su momento ella creyó que era lo mejor para mí, ahora se daba cuenta de que alteró el curso de mi vida de tal manera que jamás podría ser feliz por su culpa.
Mi madre me contó que ella no podía quedar embarazada, pero que deseaba con todo su corazón poder tener un hijo o una hija y fue en ese momento que hizo una promesa y un pedido.
Arrodillada le pidió a Dios que le permitiera ser madre de una niña que fuera joven por siempre y que viviera muchos años sin el temor de envejecer y que a cambio ella le serviría hasta su muerte.
A los nueve meses fue mi nacimiento y mi madre al ver una niña tan perfecta y bonita, se olvidó por completo del pedido que hiciera meses atrás. Se olvidó de su promesa y poco a poco se fue olvidando de Dios.
Ella no se había dado cuenta de que yo no era como los demás niños, siempre me veía igual a pesar de crecer hasta que al cumplir mis veinte años, me enamoré.
Algo la hizo retroceder en el tiempo y recordar aquel pedido y aquella promesa que con los años fue olvidando.
Se dio cuenta del mal que me había hecho, sin querer, pero que era imposible volver atrás y que veía un futuro incierto para mí al no ser como todos que nacen envejecen y mueren.
Al principio no creí nada de lo que mi madre me decía, pero luego que ella murió lo supe.
El tiempo siguió pasando y mi antiguo novio, que ya por aquel entonces se había dado cuenta de que algo no estaba bien y me había dejado, fue envejeciendo como todos los que me rodeaban y llegó el día que él también nos dejó, anciano y con una familia con hijos y nietos.
De esto hace ya muchos, pero muchos años, mi cuerpo y mi rostro son el de una mujer de veinte años, pero a pesar de que me fui enamorando de muchos hombres en todas las épocas que viví, todos se fueron y yo jamás pude tener hijos.
La soledad es cruel, dolorosa y al no saber qué hacer, estoy arrodillada pidiendo a Dios, que perdone a mi madre y que me quite este tormento.
Ya no puedo seguir con esta larga vida, que no pedí y quisiera que me otorgaras el derecho a envejecer y reunirme con mi madre, creo haber pagado todos sus errores y quizá en tu bondad infinita me otorgues este pedido.
–––––––––––––– . ––––––––––––––
En la actualidad una periodista escribía.
Hace unos días encontré esta carta en una biblioteca, soy periodista y sólo puedo contarles lo que decía un diario de hace muchos años que estaba escondido en un estante dentro de la carta.
El diario comentaba que había fallecido una joven de unos veinte años, pero que al verla en el féretro su rostro había envejecido igual que su cuerpo y que junto a ella estaba esta carta que nadie supo a ciencia cierta a quién fue dirigida.
Como periodista quisiera conocer con detalle la vida de esta mujer, que todos conocen, pero que nadie supo jamás de dónde vino. Pero, como soy creyente… no voy a investigar, esta vez mi fe puede más que mi profesión y más vale el olvido que el arrepentimiento.

Omenia
14/1/2024

Texto agregado el 15-01-2024, y leído por 104 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
17-01-2024 Exacto, es similar al retrato de Dorian Grey tratado de una forma diferente. Un beso dulce. MujerDiosa_siempre
16-01-2024 Vivimos en tiempos en que nadie desea envejecer y eso permite que lucren las clínicas que prometen rejuvenecimiento, sino vida eterna. En el caso de la protagonista, sufre en carne propia esta situación y pasarán muchos años hasta que comprenda que lo suyo no es un privilegio sino una maldición que le llegó de rebote. Un gran abrazo, amiga. Tus cuentos siempre dejan algo. guidos
16-01-2024 —Pienso lo mismo que TETE y además pienso en esos dos mitos largamente tratados en la literatura: La vida eterna y la Eterna juventud, que en apariencia podría ser lo mismo, pero no lo es. —Saludos. vicenterreramarquez
16-01-2024 Que lindo, me encantó, tus historias siempre me llenan de emoción, gracias Vientosusurrante
16-01-2024 Me recordó a el retrato de Dorian Grey TETE
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