Bailar contigo es como hablar con una amiga con la que de pronto cierras los ojos y estás volando muy lejos. A veces nos sobreviene la timidez, y es en ese momento cuando el humor abre la puerta a infinitas posibilidades, y jugamos a empujarnos, a evitarnos, a bailar mal, a nada en concreto, encontrándonos en el tono, en los guiños, en la deliciosa sincronización de nuestras tonterías. Y al final son los chistes los que hacen que se acerquen nuestras almas y bailen cariñosamente, sabiendo que si perdemos el norte, el juego nos señalará el camino.