El agua tibia recorre su cuerpo, Julio piensa en el daño que le haría a Raquel, su esposa si se enterara. Talla con fuerza su piel en castigo y tratando de eliminar el olor de de Mariana. Julio se sienta en el sofá que está frente a la cama, alivia un poco la culpa y las nauseas pensando que el hombre tiene derecho a buscar en otro lado lo que no tiene en casa. Mira fijamente a Mariana duerme entre las sábanas desnuda.
Los encuentros de Julio y Mariana es una entrega mutua, sin nada que esperar después del sexo. Al estar uno frente a otro, todo cobra su propio cauce. Julio disfruta las ganas de Mariana, la irreverencia de sus manos, palabras ardientes que jamás escuchó de Raquel y su boca tocando cualquier parte que le venga en gana. Con la experiencia de los años, Julio va con calma, beso a beso desde el cuello a la cintura, de la cintura a su vientre hasta perderse entre sus piernas. La noche dura poco para los amantes.
Mariana despierta y mira a Julio y piensa cómo sería amanecer juntos cada mañana. Lo imagina preparando café para los dos, platicar mientras desayunan, planear las vacaciones juntos. Se da cuenta de que algo está cambiando y, entre el miedo y la emoción, no puede dejar de mirarlo.
Los amantes son para disfrutarse hasta que, la culpa hace la aparación en uno y la imaginación enamorada hace su aparición en el otro. Los encuentros de Mariana y Julio dejarán de ser el disfrute del momento. Un nuevo infierno para ambos, sin saberlo se avecina.