Vladimir Nabokov, en sus Lecciones de literatura rusa, cuenta una historia acerca del gran Tolstói, quien en sus años de desoladora vejez, y muchos años después de haber dejado de escribir novelas, cogió un grueso libro y comenzó a leerlo desde la mitad, obteniendo gran interés y mucho placer en su lectura. Después mira el título y ve: Anna Karenin de Lev Tolstoj.
Personalmente, la historíela me parece curiosa, pero inverosímil. Un hombre genial que escribió, durante dos años, y a mano, un novelón inmortal, donde su pluma, su verdad, el sentido del tiempo, sus personajes, su magistral prosa, su poderosa imaginación creativa, donde todo aparece iluminado desde dentro con una luz única y original, no es posible que ese genio no se haya reconocido en las primeras frases, parágrafos o páginas, como el único autor de ese libro. ¿Cómo no pudo sentirse como en casa propia en la historia que atrapó su atención de lector?
Tolstoi murió a los 82 años y en plena lucidez.
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