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LA MANADA DE LOBOS BORDO

Quiero correr a un lugar dónde nadie sepa mi nombre, esconderme tras las caras múltiples. Necesito alejarme a los desiertos solitarios del espíritu, correr entre los coyotes mientras la luna transforma todo en plateado. Deslizarme por las grandes montañas de fría arena, mientras los carnívoros duermen. Correr hasta levantar vuelo, hasta que las plumas crezcan en mi cuerpo; en un paisaje azul. A la tierra de los hombres sin cara, a la tierra lejana que sentimos y casi vemos. A esa tierra de sonrisas y verdad, fuego en el bosque y las lechuzas sobrevolando, seduciendo a las estrellas.
> Una tierra sin nombres, seres sin adjetivos, una nueva patria.
> Trepando por las cavernas donde los antiguos hombres habitaron, bebiendo el aire y los antiguos cánticos, acariciando la piel de las rocas, piel áspera de eternidad. Soplando en el viento con los lobos, corriendo lejos de la ciudad, de las hormigas de luz falsa. Sonriendo con mis hermanos, persiguiendo a la luna. Por esos desiertos sin fiebre ni estupor. La manada de lobos bordo que corre por los tiempos a través de las mentes y espíritus. La manada sabia y humilde que corre para protegernos, corre en la sencillez del niño, en la ingenuidad del anciano. Dibuja acuarelas de paz en nuestras pupilas, nos lleva a esos crepúsculos de naranjas y colorados tan distantes y cercanos, intensos como un soplido divino. La manada que nos protege en los tugurios oscuros, clandestinos. Corre con nosotros por las sierras, descendiendo a grandes velocidades, en la primavera y el otoño.
> La manada son incontables lobos que son el mismo, tantos hombres...
> Caminó conmigo por el color de incontables tardes y vimos eclipses sempiternos.
> Corre la manada transformándose en luciérnagas que son los ángeles en los ojos de la mujer que me acompaña. La manada de lobos bordo que siempre ha estado conmigo, entre arbustos, avisándome, previniéndome. Volando conmigo por las nubes de los días soleados, con tantos rostros familiares, tantos amigos perpetuados por el recuerdo. Saciándome en una gran loma mística en la tierra de los sueños y los abrazos y las tranqueras, ligustrines perfumados. Trepando a viejos árboles universales, contemplando. Caminando con los hermanos del tiempo, descalzos entre los pinos. Rehaciendo el ritual del amor, una y otra vez. La manada me llevó a este lugar, cabalgué el espacio acompañado por sus colores. Renací en amaneceres húmedos de maná. Se reinventaron mis ojos, mi corazón saltó en mi interior. Escalamos hasta la cima del mundo para ver la paz ,para encontrarla. Nos bañamos en arroyos de luz que salen del interior de la tierra resquebrajando la corteza. Nadamos por valles, de piedras idénticas hasta el horizonte. Perdidos vagamos en ocasiones por lo uniforme y asombroso del paisaje.
> Caminamos por calles, montamos en automóviles pesados. Una noche, la manada nos condujo hasta el rincón de un desierto de oscuridad, donde pueden verse todos los soles, flores espaciales de todas las galaxias.
>Descansamos en este espejo de luz, nos regocijamos en un abrazo divino. Tanta luz, era casi de día... La noche fue vista por vez primera por los hombres.
> Vi formas de dragones en el cielo, que me acompañaron también por todos los rincones del mundo. Las conciencias explotando. La manada nos protegió siempre de las bestias que acechaban en lo impenetrable. Retornos mojados a los hogares fríos con moho.
Tantas veces volé con la manada a través de los adioses, donde la tierra ya es plana y la tristeza me carcome.
Luna llena amaneciendo y viendo el nacimiento de una nueva estrella que alguna vez fue una mujer.
Interminables paseos por caminos pedregosos, riendo y jugando. Impulsos sensacionales en los que peligra nuestra razón, recorridos de kilómetros para ver a una nueva estrella. La nueva estrella que esperemos no se convierta en una supernova. Noche musicales de danzas con el hermano rubio. Velocidad con el hermano acelerado y bondadoso, y su hermana siempre durmiendo.
Corrimos con la manada a las alturas lejanas donde contemplamos las luces de la ciudad apagada y gritamos sin saber porqué, queremos la libertad. La manada me ha mostrado en incontables ocasiones las cosas reales, me ha enseñado qué mirar. Me ha prevenido del maligno y ha corrido conmigo a los lugares que debía visitar. En tantos cielos azules se han perdido mis sentimientos, tratando de alcanzar algo que debemos dejar que nos alcance. Salpicándome por manantiales, nadando entre peces en agua cristalina, desnudo.
Siempre han explotado mis ojos al ver a las hojas y al sol jugar, sonreír. Trepando como un viajero por las enredaderas, descansando en los árboles, nuestros hermanos, árboles que son nuestros hogares y nuestro oxígeno. Volviendo a ser un niño sin mancha, floreciendo como una mariposa.
La manada habita en las brasas de fogatas en los bosques sagrados. Cada chispazo son los lobos cantando para nosotros. La manada me acompaña en mis viajes sonoros hacia el magnífico horizonte. Aullamos en nuestras corridas para que todos se unan a nuestro canto, a nuestro viaje; para que todos respiren el pasto y flores, para que todos sientan a las parras como parte de nuestro ser.
Con la manada bordo he conocido tierras lejanas que son parte nuestra. Embarrado he corrido con mi pequeño hermano lobo y he sentido los límites del cuerpo, pero sólo el cuerpo es limitado. Torturado he desesperado entre océanos de asfalto, buscando morir, llorando espinas, solitario entre árboles calvos. Gritando a los cielos por ayuda, la ayuda llegó. El hermano místico que es tan sólo un servidor del señor pero me enseña los enigmas de la fe, con la paciencia y tranquilidad de los árboles que nos acompañan.
La manada estuvo a mi alrededor en aquellas noches oceánicas de muerte, me protegió, siempre sin maldad. Nadaron conmigo en una noche de estupor, en el oscuro océano, fueron mis aletas y mi esperanza. Caminaron conmigo entre el campamento de hombres apagados, advirtiendo a los malignos y sonriendo a los lumínicos.
Platiqué una vez con un perro lobo que se acercó entre pinos _Tu generación intentó cocinarme _ me dijo.
Necesito realidad para despertar, despertar de este vago dormitar. Deslizarme a palacios de luz, con cantos angelicales. Que las llagas psicológicas sean de una vez para siempre acalladas, sanadas. Trascender lo vacuo y ser uno con el señor, ser uno con todo.

Sebastián Aldasoro Silveyra.

Texto agregado el 13-10-2004, y leído por 454 visitantes. (1 voto)


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