Se encontraba solo parado en la vieja estación de aquel gran tren que cargaba los sueños y compartía las alegrías, se tropezaba con las tristezas y chocaba con la maldad. El hacia lo mismo todos los días esperando aquel tren para dirigirse hacia su destino, pero un olor de perfume primaveral, choco con sus sentidos, era un ángel hermoso que había llegado hasta su instinto y había removido sus latidos, no podía hacer nada mas que ver a ese hermoso ser que se atravesaba en su camino, y que con una hermosa sonrisa se llevaba su sentido.
Aquel viejo tren seguía su marcha pero para el no tenia gran importancia lo único que le importaba era esa gran mirada que se adentraba y lo enloquecía cada vez mas.
Sin duda alguna parecía que nunca había visto un ser mas hermoso que aquella dama que se atravesaba en su mirada. El tren paso y siguió su destino pero el no pudo hacer nada, mas que seguir con su mirada el camino de aquella linda dama, dejo pasar el tren, dejo caer las petacas tan solo para poder volver a quedarse mirando a aquella dama, no era un ser extraño era aquella dama que había visto siempre al frente de su cama, corrió hacia ella y con aquel grito de llanto y desesperación grito –no me quiero ir- no puedo escapar de tu miraba- tengo que miedo de alejarme de ti- y no volver a saber nada- vamos regresemos a la casa- sabes que te amo te quiero mama y se que tu eres el ser que mas me ama-.