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El agua


E l agua es como los sentimientos transparente pero necesaria. Los humanos dependemos tanto de ella como de los sentimientos y la muerte por falta de estos es muy parecida.
La muerte por falta de agua es dolorosa porque tu cuerpo esta desprovisto de algo esencial, se siente un gran letargo como si el cuerpo no estuviera alentado por la ilusión. Así mismo es la muerte de los sentimientos pero incluyendo cosas aun más terribles.
Al ser desprovisto de sentimientos el humano perdería su intensidad y se haría plano y monótono.

Pero me pregunto ¿Qué hay detrás del agua? Que hay detrás de este material tan ligado con la existencia del ser humano. La historia que contare va mas más allá de las creencias científicas y aunque no es real seguro que muchos desearíamos que así fuera pues los humanos buscamos anhelantes en toda nuestra vida cosas que nos muestren los sentimientos pues fuimos por ellos creados. Fue Dios el que nos creo, pero impulsado por su amor, así que nosotros fuimos creados por los sentimientos más puros, los de Dios.

El agua también fue creada por sentimientos. Hace muchos años, muchos más de los que pueden contar los hombres, existió una tribu de criaturas hermosas, sus cuerpos eran finos y delicados, sus caras parecían dibujadas con especial ahínco de perfección. Tenían un idioma melodioso pues sus voces eran dulces como los trinos de los pájaros. En fin los habitantes de esa tribu eran fastuosos. Solo conocían los sentimientos puros, no sabían de la locura, de la pasión delirante ni del deseo carnal.

Agua era una de ellos, la llamaban así pues en su idioma agua significaba dulzura interminable, un nombre que merecía indiscutiblemente pues tanto su persona como sus actos desbordaban ternura. Era la delicadeza en persona.

Un día llegó a esa tribu un extraño forastero. A diferencia de los habitantes de esa tribu vestía con capas negras. Muchos llegaron a temerle y extraños rumores sobre él empezaron a correr. Todo el pueblo estaba sumamente interesado en él, todos sentían una tremenda curiosidad.

Se hospedaba en la posada del viejo Allan. Terbal, el más curioso del pueblo, le pregunto al posadero cual era el nombre de tan extraño personaje.

- Dijo llamarse Poeta- contesto Allan limpiando cuidadosamente una fina copa fabricada con sal de lágrimas.
- ¿Poeta?- preguntó Terbal consumido por la curiosidad- que raro nombre. Nunca lo había escuchado. ¿de donde vendrá?
- También se lo he preguntado. Pero no he entendido su respuesta.
- ¿Cómo? ¿Qué fue lo que dijo exactamente?
- Que de aquí y de allá.

Terbal lo miró confundido.

- No me preguntes. Estoy en las mismas. ¿te puedo ofrecer algo, compañero?
- Una copita de licor de néctar, si eres tan amable, amigo mío- dijo Terbal con expresión pensativa.

Todo el pueblo hablaba del extraordinario extranjero pero él parecía no inmutarse. Un día salió a dar un paseo por el parque que había en el centro de la ciudad, todos lo señalaban y murmuraban sin pudor cuando pasaba pero el parecía no notarlo. Estaba cegado al exterior hundiéndose en las profundidades de su mente. Se adentro en el parque hasta perderse de la vista de curiosos. Encontró un hermoso claro, en el centro de este había un frondoso árbol de corteza blanca en cuyas ramas florecían hermosas flores azules de apariencia frágil. Él pie del árbol estaba iluminado por un rayo que se colaba entre sus numerosas ramas. El hombre se sentó ahí, dobló sus piernas y las estrechó contra sí, rodeándolas con sus brazos. Respiro profundamente y cerró los ojos, así fue como Agua lo vio por primera vez. Estaba paseando por el bosque tratando de imitar su imperturbable silencio y cuando llegó a visitar a su árbol favorito, al cual amaba como a un padre pues había sido testigo de sus momentos más preciados y sus flores eran del mismo color que los ojos de Agua azules como el mismo cielo, le vio recostado en su tronco con el oscuro y lizo cabello y la expresión de satisfacción en su rostro. Al verlo se quedo sin aliento, la silueta de aquel desprendía una intensidad que ella no entendía. Sin pensarlo se acercó a él y estuvo mirándolo durante horas. Se grabó en lo más profundo de su mente sus facciones, el ritmo de su respiración, sus fuertes brazos y deseo como nunca antes había deseado nada ver sus ojos que los crueles parpados le ocultaban como quien esconde celoso su tesoro más amado a la vista de los demás.
De repente y sin aviso esos ojos se abrieron y miraron a Agua desbordantes de un sentimiento que ella no sabia nombrar pero que deseaba conocer.
Poeta descubrió el abrir los ojos una mujer, la más bella de todas, que lo miraba confundida con inocencia sin un solo dejo de maldad, en sus ojos brillaba la pureza más sagrada y temió herirla tan solo de verla con sus indignos ojos de pecador. Se puso de pie de un salto y desvió la vista de ella.

- Perdona ¿Te he asustado?- preguntó ella viéndolo con preocupación y con una inconfundible nota de culpabilidad en la voz.
- ¡no! Por supuesto que no- se apresuró a decir Poeta, la preocupación de su rostro le parecía la peor tortura de la que su alma jamás había sido victima.
- Entonces, ¿por que te alejas de mí como si fuera a hacerte daño?
- No temo que tu me hagas daño sino al contrario.
- Pero… ¿Por qué me harías daño?
- Porque yo no soy como los hombres de tu tribu, yo soy imperfecto, yo tengo defectos que por mas que trate nunca podré dejar atrás, porque yo soy humano, rompo lo que amo y conservó lo inservible.
- No entiendo.
- Es porque tu eres…- dijo Poeta viéndola anhelante, sentía como la pasión henchía su pecho y las lágrimas de deseo insaciable se anudaban en su garganta.- tu eres lo que yo nunca podré ser.
- No quiero que seas como yo, quiero que seas tú.
- No sabes lo que dices. Llegara un momento en que mis caricias quemaran tu piel y mis palabras serán crueles flechas que se clavaran en tu corazón sin compasión.
- No le temo a eso.
- Es porque nunca nadie ha decepcionado a tu corazón.
- ¿A ti si?- preguntó ella.

Poeta la miró con los ojos levemente humedecidos.

- Si, preciosa. Me ha roto el corazón una mirada indiferente.

Agua lo miró horrorizada.

- Lo siento- murmuró y bajo la cabeza. Por su mejilla izquierda corrió una diminuta lágrima. Pero más triste aún que todas las lágrimas que un amor fallido habían robado a Poeta- si tan solo… yo pudiera…
- Lo has logrado, tu compasión a sanado la tristeza en un solo instante mientras que yo llevo toda una vida tratando de curarla.

La ayudo a levantarse, su mano tembló de pasión cuando sostuvo la tibia mano entre las suyas.

- ¿Cual es tu nombre, mujer bendecida?
- El que más le agrade al que me ha convertido en ello.
- Ninguno más agradable que el tuyo.
- Agua.
- Agua- susurró Poeta descubriendo el enorme deleite que ese nombre le producía.
- ¿y el tuyo, noble caballero?
- Poeta, tu poeta para la eternidad- dijo él agarrando su mano y mirándola con el mismo sentimiento al que Agua no sabia nombrar.

Desde ese día Agua y Poeta estaban siempre juntos. Su unión era como el amor mismo; ella representaba la pureza e inocencia de este, y él su pasión y su fuego interminable.

- Amor, tus caricias son tan suaves- murmuró Poeta mientras Agua acariciaba su varonil rostro.
- Pero prefiero las tuyas tan desesperadas e incesantes, llenas de ese sentimiento que no conozco.
- ¿La pasión?
- ¿Así es como se llama?
- ¿Nunca habías oído de ella?- dijo él sonriéndole.
- No, pero la quiero conocer.

Entonces Poeta la besó, Agua jamás había besado y por primera vez sintió su interior arder de pasión. Poeta la besó con locura, dejando escapar todo el anhelo de besarla que había contenido desde el primer momento en que la había visto.
Cuando se separaron Agua pensó que no hubiera cambiado ese momento ni por un vestido hecho por la pálida luz de la luna.

Los años pasaron, su amor nunca cambio, pero un desdichado día, Poeta desapareció.
Agua lo buscó sin descanso, pero no había señales de él.

- ¡Agua! ¡Agua!- gritaba Terbal afuera de su casa.
- No hablare con nadie, Terbal, el dolor me esta consumiendo.
- ¡lo hemos encontrado!
- ¿Qué? ¿es eso cierto, Terbal?
- Si, pero…
- Pero nada ¡Corre, llévame donde él!

Terbal se encogió de hombros y empezó a correr en dirección al parque. Al llegar había mucha gente rodeando algo que Agua no pudo distinguir. Entre esa gente había una mujer riendo, la frialdad de su risa le dio escalofríos, con los cabellos alborotados y vestida con una túnica bastante roída. Agua desvió la vista hacia lo que todos miraban pasmados, en el suelo yacía inerte aquel al que amaba más que a la vida misma. Estaba en shock, palideció y se dejo caer junto a su amado.

- Poeta - le susurro al oído- ¡Poeta, contéstame!

Y al abrazarlo notó lo que había causado su muerte, en el pecho tenia una profunda herida de la que brotaban las últimas gotas de sangre de su amado. Y volvió a oír la horrible carcajada. Levantó la cabeza y miró a la mujer su mirada no delataba odio sino lastima.

- ¿Usted ha hecho esto?- preguntó con voz temblorosa.
- Si- dijo la mujer sonriendo con satisfacción.
- Pe… pero ¿Por qué?
- Porque ese hombre solo podía ser mío- dijo la mujer soltando otra carcajada que hizo que todos se estremecieran.

Agua se desmayó, cayendo junto a su amado, la palidez de su piel había llegado a tal punto que era casi transparente. De sus ojos comenzaron a brotar lágrimas cada vez más numerosas, y entonces las lágrimas comenzaron a salir también de los poros de su piel y de las puntas de cada uno de sus cabellos; la salada agua no dejaba de brotar. La gente estaba tan asustada que poco a poco fueron abandonando el lugar. El agua comenzó a cumularse, sus niveles crecían. El cuerpo de Poeta también comenzó a crecer, la tierra, las platas y los animales se amontonaron en él pues era lo único que el agua inundaba. Así pasaron meses, años, eternidades hasta que las lágrimas de Agua inundaron el planeta dejando tan solo seca la hermosa tumba de Poeta, en la cuál florecieron hermosas flores, la más bella de todas: la vida.

Es por eso que el agua acaricia las costas con tanta delicadeza, en algunos momentos, para recordarle las dulces caricias que ella le daba. Y otras veces con tanta intensidad para recordarle a Poeta la pasión de su amor y en el idioma de su tribu le habla incesante; le jura a Poeta que no ha olvidado sus palabras
Y lo consuela diciéndole que aún es “Su poeta”.
Y Poeta ha hecho que todo lo que crece en su tumba dependa de agua para mostrarle a Agua lo necesaria que era para él.


De Andrea Vizcaíno de la Torre.





Texto agregado el 20-10-2004, y leído por 2388 visitantes. (0 votos)


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