LA BABA DEL JABALÍ
Este es tu cuento. Ahora, déjame en paz.
La baba del jabalí. Por enésima vez vienes a mí. ¿Qué es lo que esperas de mí? Ya te dije que no lo podré hacer. Pero no. Sigues ahí insistiendo, ¿no? Está bien, pero hoy no ha de ser. Tengo otras cosas por hacer, así que deja de molestarme. Yo sé que sabes que no tengo nada que hacer, pero no tengo ganas de escribirte. No hoy, no mañana, y tal vez no nunca.
Hoy me volvió a suceder: estaba tranquilamente acostado, casi a punto de dormir, sin pensar, cuando me volvió a invadir, a perturbar, la baba del jabalí. Hace tiempo que no lo hacía, pero hoy lo hizo. La verdad es que no me lo esperaba, pero me imagino que así sucede a veces.
La baba del jabalí. La baba del jabalí. La baba del jabalí.
Me pregunto si a todos le sucede lo mismo que a mí. Estoy seguro que a Cortázar le sucedía, a Vargas Llosa no, pero ¿a los demás? Uno puede estar sentado, o acostado, o dormido, o jugando, o preocupado, pero ellos no respetan. Simplemente entran y alteran. Eso es, alteran. Para bien o para mal, aún no lo sé, pero alteran. Y en este caso resultó peor, porque justamente tenía que ser así: la baba del jabalí.
La vez anterior que regresó traté de escucharlo, de seguirlo, de escribirle, pero fue un fracaso rotundo, un desperdicio de tiempo y electricidad. Al final terminé descartando la posibilidad de escribirle, es demasiado complicado para hacerlo.
La baba del jabalí. ¿Me escogiste o te escogí? ¿Estás en mí o estoy en ti? ¿O será que tú y yo somos uno, o seremos el mismo? Y, si te escribo, finalmente, ¿me dejarás en paz?
Muchas veces me ha pasado lo mismo, pero de manera distinta, es decir, de repente me invade una idea, una imagen, un final, algo. Y a partir de ahí, trato de desarrollar un cuento, una historia, una anécdota. Pero esta vez llegó únicamente el título: La baba del jabalí. Sencillamente... únicamente... un título.
No sé cómo hacerte, qué escribirte, cómo terminarte, pero quisiera que se acabara pronto. Me gustaría que fuera lo más rápido posible, lo más corto posible. Me gustaría llenar una sola página con palabras sin significado, sin coherencia, sin moraleja, sin sentido y sin forma. Llenar la hoja, palabra tras palabra, para luego de poner arriba, en letras grandes el título –LA BABA DEL JABALÍ– poder escribir finalmente la dedicatoria que te tengo pensada: Este es tu cuento. Ahora, déjame en paz.
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