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Sollozo y placer se mezclaban en ese momento, al posar su rostro sobre el hombro de ella. Era inexplicable aquella situación. Él, lleno de deudas, amargado, achacado por la vida, pero feliz, ante un fracaso predicho por miles de oráculos; y mucho peor, por su hermano. Y es que todavía sentía aquella canción, al oído, que su hermano le cantaba cuando pequeño. “Aun así”, decía con marchita voz, “soy feliz” y largaba a llorar de nuevo en aquel hombro. Desde el día que confeso su enamoramiento, todo cambio. Se sintió como un niño, un niño pequeño y cruel, como cuando pequeño lo era. Quizá era el espejo mas pulcro del ser humano: inexorable, austero y orgulloso. Lo que mas le apenaba era ver como ella era feliz, siendo un espejismo del hombre que ella miraba mientras decía “te amo”.

Un día no aguanto mas y se marcho de aquel salmón departamento, donde había construido la felicidad. Falsa, pero felicidad al fin y al cabo.. Como explicación le dijo: “te amo, pero el odio que siento por es mayor hoy, que cuando recién te conocí”. Sus frases misántropas dejaron boquiabierta a la muchacha, con los ojos marinados en lagrimas y con el corazón en pedazos, en los rincones mas ínfimos, donde jamás serian encontrados. Encendió un cigarro y emprendió el camino a un nuevo sucucho, donde quizás las cosas serian peores que en el ayer ya vivido. Solo escuchaba gritos de desesperación, llantos, cerámicas destrozadas, a lo mejor para enmudecer el ruido permanente de aquel corazón descuartizado hace cinco minutos atrás. Así como una cuenta regresiva que recién iba en el nueve, así se imaginaba la vida de ella. Y le costo dejarla, pero creyó que seria lo mas cuerdo, pero nunca hubo un mensaje de vuelta; y es que no lo quería. Desde ese momento, el alcohol y el olvido serían sus compañeros. Por un momento sintió esperanza, pero hasta el leve vuelo de la polilla que casualmente pasaba por ahí podría haber reído a carcajadas de esa esperanza. Angustiado, cogió una piedra, la echo en el bolsillo y se dirigió al bar más cercano que había por esos oscuros callejones. Quizás.

Texto agregado el 27-02-2005, y leído por 182 visitantes. (0 votos)


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