JUNTA DIRECTIVA



–Estimados colegas, esto es lo que he estado pensando –les declaro, al tiempo que pienso en lo que había estado pensando. Muchas veces pensar en lo que se ha estado pensando puede crear confusiones, tanto para el que piensa (en este caso, yo), como para los que esperan que el otro revele lo que ha estado pensando (en este caso, mis colegas). Porque puede ocurrir que uno piense que los otros están pensando en qué será lo que tanto piensa uno que no dice nada, cuando uno simplemente está pensando en la forma de decir lo que se ha estado pensando (¿o es al revés?). Tal vez los demás piensen igual que yo y me den la razón. Pero no estaría loco si pensara que los demás puedan pensar que el loco soy yo por pensar esto. Y no es que me importe en demasía lo que piensen los demás, a fin de cuentas soy un profesional capaz de pensar por cuenta propia (siempre he sido de esta forma, a Dios gracias), pero en situaciones así de importantes siempre es necesario saber qué piensan los otros. Ahora bien, juzgo que lo fundamental aquí es decir lo que pienso directa y sucintamente de manera que no vaya a haber desconcierto. Por lo pronto, pienso que Gómez está impaciente, a juzgar por la expresión facial que man-tiene. Seguro que piensa que estoy pensando que la culpa ha sido suya y no sé cómo decirlo. Y no pienso así. Ya Rodríguez es otra cosa: con su cara de truhán y su mirada acompasada quiere hacerme pensar que está impertérrito. Y tampoco pienso así. Considero que ha llegado el momento de exponer mi razonamiento ante la junta y continúo–: estimo que la mejor alternativa por este momento es no pensar nada y esperar. ¿Qué piensan ustedes?


Guayaquil, noviembre del 2002.