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Peli clase B. B de B-erreta, B de B-asura.
¿Quién puede creer semejante B-azofia? ZomB-ies con pelucas despeinadas, vampiros de plástico, telarañas de gasa. ¿Cómo pueden descansar en paz estos muertos vivos si yo sigo mirando la tele hasta que se me caen los ojos?
Todo por culpa de este traB-ajo B-oludo en una revista psicoB-olche intelectualoide que trata cualquier película como integrante del séptimo arte. Arte de cuarta tendrían que decir mejor.
Ver, analizar, pensar, comentar, criticar, redactar, entregar, corregir, puB-licar. En eso consiste B-ásicamente mi trabajo día a día. O mejor dicho en eso constía mi rutina diaria porque ahora mis esquemas se han enquilomB-ado asquerosamente. Pero mejor no adelantarse, mejor empezar por el principio.
“El cadáver que nunca muere”. Esa era la fórmula sugerida para una reseña histórica relativa a los traB-ajos existentes acerca de lo muertos que regresan de la tumB-a. Primer paso de la investigación: B-úsqueda de títulos relativos al tema. Segundo paso: Recorrer unos cuantos videocluB-s amigos al acecho de cintas para ver. Tercer paso: Internación en el living de casa para proyectar una tras otra las pelis y sacar puntos comunes, diferencias significativas, avances y retrocesos, meta-mensajes inferidos, analogías suB-reptíciamente incluidas, sutilezas ocultas.
Las películas encontradas no me auguraB-an nada B-ueno. White ZomB-ie, ZomB-ies en B-roadway, Plan 9 del espacio exterior, Invasión de los zomB-ies, El regreso de los muertos malévolos, El amanecer de los muertos, La venganza de los muertos, El día de los muertos, Chupasangres del espacio exterior, Hellgate, Cementerio de mascotas y por supuesto la trilogía de Romero: La noche de los muertos vivientes, El amanecer de los muertos y El día de los muertos.
Después de la cuarta cinta ya el sueño me empezaB-a a vencer. El único café en la casa era descafeinado, así que a fuerza de voluntad y papas fritas B-usqué otra posición en el sofá, reordené mis notas y apreté play para largar la quinta. Entre parpadeo y parpadeo veía a los muertos salir con sus galas funerarias hechas jirones, la carne de la cara hecha pedazos y un humor de perro hamB-riento, siempre caminando tiesos, siempre con sonidos guturales, a la B-úsqueda de cereB-ros frescos para devorar.
DeB-ería ser como la una de la madrugada cuando el viB-rador de mi teléfono celular me arrancó de la modorra. “Qué hacés B-olú, te olvidaste que hoy es catorce de aB-ril, al final tenía razón Rosana, siempre andás en B-aB-ia.” Mi memoria buscaB-a a toda velocidad un rostro para esa voz grave y sensual que me acariciaB-a desde vaya-uno-a-saB-er-dónde. “Me colgué con el traB-ajo, ¿dónde era?” Aún sin poder definir un cuerpo que acompañara esa ronca confianza me tiré de caB-eza a la pileta. Por el auricular se escucharon unas risitas sofocadas y unos cuchicheos de oB-jetivo cumplido. Rosana (¿quién era Rosana?) y la de la voz caliente acomodaB-an el siguiente parlamento. “Venite al B-ar La Parca que Camina, ahí te espero”. Se oyeron más risitas y un sordo clic.
Con la caB-eza llena de cucarachas salí al fresco de la madrugada, tratando de hilvanar el humo azul de mi cigarrillo. Caminé diecinueve cuadras para llegar al B-endito B-ar. No tenía idea de cómo reconocerlas, ni siquiera saB-ía si todo esto era cierto o si era una simple B-roma de adolescente.
El aire dentro del B-ar tenía el espesor de una sopa y el olor dulzón de un galpón viejo lleno de magnolias. Cuando mis ojos se acostumB-raron a la semipenumB-ra recorrí una a una las nueve mesas y en ninguna de ellas encontré a alguien que pudiera ser la dueña de la voz suB-yugante. Fui al mostrador y pedí una cerveza. “Aparte de distraído, ciego.” La voz del auricular sonaB-a a mis espaldas, tan oscura y densa que tuve miedo de girar y encontrarme con un travesti. Pero no, ahí estaB-A la dueña, enfundada en una minifalda y una remera que no me dejaban dudar de su género. Tenía un B-rillo hipnótico en la mirada y solamente cuando conseguí desprenderme de sus ojos descuB-rí a la famosa Rosana, que más parecía una laucha famélica que una mujer como su amiga.
Yo no haB-ía articulado ni una palaB-ra y ellas con un gesto me invitaron a seguirlas detrás de la B-arra. Pasamos a un pasillo estrecho, lleno de humedad y puertas amarillas. Cada una de las puertas tenía una pequeña ventana por la cual se podía mirar el interior. Pasé las dos primeras sin prestarles casi atención, tan suB-yugado estaB-a por las piernas de mi guía. Pero al detectar por el raB-illo del ojo un poco de movimiento en la tercera, no resistí mi curiosidad y me acerqué a fisgonear. Adiviné más de lo que vi, pero claramente se distinguían una pierna femenina desnuda extendida sobre una cama y a la altura de donde yo suponía deB-ía estar el vientre de la joven una mata de pelo castaño moviéndose arriB-a y aB-ajo. Tragué saliva, tratando de dominar el morB-o que me causaB-a la escena, pero detrás de mí la voz áspera me acarició como si fuese una lengua húmeda diciendo: "Si te gusta podés tener todo eso”.
Las B-arajas de mi Destino ya estaB-an marcadas, ella lo saB-ía. Yo acepté cruzar una puerta amarilla y B-ailar la trivial danza de los cuerpos desnudos, B-usqué la boca que guardaB-a esa voz voluptuosa y sentí el B-álsamo de sus caricias. B-abucía palaB-ras sin sentido y marginé por completo la presencia de Rosana en la haB-itación. Cuando ya la leche me apretaB-a demasiado y el espasmo me desangraB-a las orejas, dejé de estar envuelto en carne para licuarme en su piel. Fue entonces que vi a Rosana, transfigurada en dientes agudos y lengua de serpiente, esperando las gotas de mi semilla mientras su amiga queB-raB-a el aire con su risa.

Marco números al azar con mi teléfono móvil, imposto la voz y muevo los treB-ejos en mi partida haB-itual de ajedrez caniB-al. Después de muchos intentos fallidos y noches de hamB-re, pude armar estrategias B-i que pocas veces fallan. Aunque a veces, cuando mi B-arriga gruñe sin control o surge una fiesta inesperada en casa de Rosana, sólo me queda recurrir al ruB-ro 59.


http://marxxiana.blogspot.com

Texto agregado el 03-11-2003, y leído por 977 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
08-05-2004 Jajaja, no entendía lo del "rbro 59", me hiciste buscar, claro, es el mejor final. Me ha encantado esto, es un cuento serie B con mucho encanto. Saludos. Nomecreona
03-11-2003 ¡Extraordinario, un cortometraje exhibido con la maestría de tu pluma!...He quedado muy sorprendido de la forma...el fondo por la cresta de la ola...felicitaciones. Todas mis estrellas. cao
 
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