Vivía en una fábrica. Mi padre era administrativo de una caja de ruido y polvo, mi madre era ama de una casa pequeña, con las paredes descascarilladas y llenas de leche rancia, del batir de los biberones de mi hermana menor.
Kalufa, el perro guardián, de tan sólo dos años ya había perdido los dientes por el constante recibir y traer viejos discos de radial, que yo mismo le lanzaba en aquella prisión cuartelera sin apenas escolarizar.
Entre planchas de mármol, granito y zócalos me pasaban los días festivos, preguntándome a mis siete años si ese era todo el mundo que me esperaba.
Pero gracias a dios, aún había mucha mierda que descubrir ahí fuera. Nuevas sentencias con diferentes condenas.





JA...,hoy me rio de los hoteles,
Me rio de la música ambiente.

Paseo hambriento y no me nutro ni con la música ni con el mármol.

Me comería antes el cemento, los cables y vivo del yeso.

Más frágil, más cotidiano y se puede vender en pequeñas dosis.

No suena a poesía

Tampoco a música

Pero vivo de eso.

En fin, digamos entonces, por ejemplo que vivo en una cárcel de Rumania y estas son mis horas de visita.





Gracias por la compañia.



(EL PLATA)