Escribir es intentar abrir una puerta peligrosa.

Un espacio similar a un laberinto donde es difícil encontrar el final.

Cuando uno escribe jamás llega a sentirse plenamente satisfecho, jamás termina de expresar en letras lo que quiere transmitir, y eso hace que nunca se llegue a la satisfacciòn plena.

Cuando uno escribe, queda preso dentro de ese laberinto que son sus propias palabras y queda preso, porque no puede descubrir si quien lee, recibe todo lo que uno quiso expresar; eso le produce la más grande de las desazones.

Decía un grande de la escritura que se aprende antes a morir que a poder volcar en un papel el "todo" que se intenta desde el interior transmitir.